La práctica del deporte debe ser un espacio protector para todas las personas, pero especialmente para aquellas que presentan -por diversos motivos- distintos grados de riesgo de ver vulnerados sus derechos y su integridad física, psíquica o emocional. Dentro de estos colectivos merecen especial atención las personas menores de edad.

Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a crecer, vivir y convivir en entornos libres de violencia, entendiendo la violencia desde un enfoque amplio que tenga en cuenta su naturaleza multifactorial e incluya todas sus manifestaciones.

Los espacios en los que los niños, niñas y adolescentes practican deporte -al margen del nivel y categoría- deben cumplir con una serie de requisitos que garanticen que la experiencia deportiva tenga lugar dentro de una dinámica de buentrato que transforme esta experiencia en una oportunidad de aprendizaje, socialización, ocio saludable y de autoconocimiento y conocimiento del otro a través de la convivencia positiva y pacífica, en la que el afrontamiento del conflicto se haga desde el respeto a la diferencia y la resiliencia.

La LOPIVI exige de forma explícita la figura del Delegado o Delegada de Protección en todas las entidades deportivas que trabajan de manera directa con niños, niñas y adolescentes, siendo su responsabilidad tanto la dinamización de todas las iniciativas que tengan que ver con la protección y el bienestar de las personas menores de edad, como el estar disponible para atender las dudas y necesidad de información de todos los miembros de la Comunidad Deportiva.